Entre la historia y la vida real
El papel de la mujer a lo largo de la historia ha sido definido y limitado por estructuras patriarcales que, además de imponer barreras de género, han establecido jerarquías raciales. En El libro de la mujer eunuco, Germaine Greer expone cómo la mujer blanca fue históricamente posicionada como esposa y madre, mientras que la mujer negra, especialmente en sociedades esclavistas o segregacionistas, fue posicionada en la cocina y los trabajos domésticos. Esta distinción no solo marcó diferencias en las opresiones que enfrentaban, sino que también condicionó sus oportunidades y roles dentro de la sociedad tan solo por un género y un color de piel.
La película The Help (2011), basada en la novela de Kathryn Stockett, retrata con crudeza esta realidad en el sur de Estados Unidos durante los años 60. Mientras las mujeres blancas eran amas de casa, las mujeres negras trabajaban como empleadas domésticas, criando a los hijos de familias blancas mientras enfrentaban discriminación racial y precariedad económica. Aunque eran indispensables para el funcionamiento de los hogares, su valor como personas era constantemente cuestionado y subestimado.
En la literatura contemporánea, este dilema sigue reflejándose en distintas formas. En mi libro Voces Silenciosas en McCall, exploro los caminos de tres mujeres con luchas propias y decisiones que las marcaron de por vida.
Lisa adoptó el papel de esposa porque era lo que ella esperaba, sin detenerse a cuestionar qué era lo que realmente deseaba en la vida. Verónica, por el contrario, quiso distanciarse de la vida de su madre y parecerse más a su padre, apostando por una carrera y la independencia, pero en su camino tomó decisiones que la llevaron a un matrimonio infeliz, por escoger a la ligera y no desear esperar nada de un hombre. Rachel, a pesar de ser exitosa y profesional, se enfrenta a un vacío constante de insatisfacción que la arrastra a ser la amante de otro hombre, buscando en la clandestinidad lo que la sociedad le hizo creer que necesitaba para sentirse completa. Todas, de algún modo, son reflejos de las expectativas impuestas sobre la mujer y de cómo estas pueden ser trampas disfrazadas de elecciones propias. (Presione aquí para mas información)
Un repaso histórico: La lucha que nos trajo hasta aquí
El Día Internacional de la Mujer no es solo una fecha de celebración, sino un recordatorio de una lucha que lleva más de un siglo. Su origen se remonta a 1911, cuando se celebró por primera vez en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Sin embargo, dos eventos marcaron su consolidación como un día de reivindicación global:
- En 1908, un grupo de 129 mujeres trabajadoras textiles murieron en un incendio en una fábrica de Nueva York mientras protestaban por mejores condiciones laborales.
- En 1917, en plena Primera Guerra Mundial, amas de casa y trabajadoras rusas salieron a las calles exigiendo pan y el fin de la guerra, dando inicio a una huelga masiva que desencadenó la Revolución Rusa.
Desde entonces, han pasado más de 110 años de lucha. La ONU reconoció oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer en 1977, y hoy sigue siendo una fecha para recordar que la batalla por la equidad aún no ha terminado.
Ser mujer sin etiquetas
A lo largo de los años, el concepto de lo que significa ser una “mujer realizada” ha cambiado, pero sigue estando sujeto a expectativas. Hoy, para ser “completas” debemos ser profesionales, madres, esposas, atractivas, ambiciosas pero no demasiado, independientes pero sin asustar a los hombres, con dinero suficiente pero sin creer que eso es la felicidad completamente si no viene acompañado de esposo e hijos.
La mujer que decide quedarse en casa criando a sus hijos es juzgada por no aspirar a más, la llaman mantenida, y la que trabaja sin formar una familia es vista como incompleta, la que trabaja teniendo familia es una mala madre. He sido una mujer independiente, con un empleo y la capacidad de sostenerme económicamente. También he sido ama de casa, dedicada al cuidado del hogar y la familia. Y después de vivir ambas experiencias, puedo afirmar que ninguna de las dos me define como libre o subordinada. La libertad de una mujer no se mide por su rol, sino por su capacidad de elegir su camino sin culpa ni presiones externas.
El sexismo y el racismo han tratado de imponernos roles, pero la verdadera libertad está en el ser. No hay una sola forma de ser mujer, y no necesitamos encajar en moldes preestablecidos. Hoy, celebremos nuestra existencia, nuestra fortaleza y la lucha de todas aquellas voces que fueron silenciadas para que hoy podamos alzar la nuestra.
¡Feliz día internacional de la mujer!