A propósito del mes de mayo, el calendario nos recuerda que es momento de celebrar a las madres. Pero, ¿y si hoy elegimos mirar más allá de esa conmemoración tradicional? ¿Y si abrimos los ojos y el alma para comprender que la maternidad no es solo un rol humano, sino un fenómeno universal?
El parto duele. La crianza transforma. Y sí, muchas mujeres atraviesan ese proceso con entrega absoluta, al punto de dar su vida si es necesario. Algunas voces sugieren que deberíamos cobrar por ese sacrificio. Pero la verdad es que no conozco ser vivo alguno que no tenga que ceder, arriesgar o entregar algo por sobrevivir o trascender. La vida entera —desde la semilla que rompe la tierra hasta el animal que defiende a su cría— es una danza entre dar y perder, entre proteger y soltar.
Entonces, ¿por qué nos sentimos tan especiales por hacerlo nosotras?
Cuando veo algún video de una mamá osa abrazar a su cachorro, o a una koala cargar durante meses a su cría, me pregunto si soy más valiosa que ellas solo porque tengo una identificación oficial o pago impuestos. ¿Qué diferencia esencial existe entre la maternidad animal y la humana, más allá de nuestra conciencia estructurada o nuestros sistemas sociales?
La maternidad no debería definirse por el sacrificio ni tampoco medirse por la utilidad ciudadana de los hijos que criamos. No se trata de cuántos hijos tiene una mujer ni de si estos terminan siendo ciudadanos ejemplares. Esa visión es limitada. Reductora. Y profundamente antropocéntrica.
¿Realmente le importa al universo cuántos hijos pare una mujer? ¿Le importa a una galaxia que yo sea madre? ¿Le conmueve a una estrella si dediqué mi vida a criar o a trabajar?
Quizá no. Pero tal vez esa sea precisamente la belleza: que todo lo que da vida merece respeto, aunque no tenga voz ni nombre.
No quiero celebrar solo a las madres humanas. Quiero honrar todo lo que gesta, protege y sostiene la vida. Los árboles que crían frutos. Las aves que enseñan a volar. Los ríos que nacen de manantiales y corren sin pedir permiso. El universo mismo, en constante expansión, creando galaxias como quien exhala una verdad silenciosa.
Porque la maternidad no es un título. Es un pulso universal.
Este mes de mayo del 2025, propongo una mirada más amplia, una celebración que no niegue el valor de las madres, sino que lo integre a una red mayor: la de toda la existencia. La maternidad no es patrimonio exclusivo de nuestra especie. Es parte de una inteligencia natural que nos recuerda que dar vida no es un acto de poder, sino de continuidad.
Porque mientras más conscientes seamos de que no somos el centro del universo, más cerca estaremos de comprender nuestro verdadero lugar en él. Porque así como nos llamamos humanos, deberíamos respetar más, cuidar más y amar más todo lo que da vida en la tierra, y todo lo que el universo nos presta mientras estamos aquí.
Que este mes de las Madres sea una excusa para despertar.
Para dejar de competir por quién sacrifica más por su hijos, dejar de mirar supuestos errores en otras madres. Y empezar a honrar más profundamente todo lo que respira, todo lo que cría, todo lo que ama.
Yancari Fleming, escritora.