Con el paso de los años, he comprendido que la vida no se vuelve necesariamente más fácil, sino que los desafíos evolucionan. Aquellas dificultades que enfrentaba en la adolescencia no se comparan con las batallas que hoy vivo como madre, esposa y mujer que busca mantenerse fiel a sí misma. Equilibrar mis pasiones, preservar mi esencia y afrontar las responsabilidades diarias han hecho evidente que la perfección es una ilusión: ni el matrimonio, ni la maternidad, ni la amistad, ni la carrera profesional se escapan de la imperfección.
A veces me gusta imaginar que esta vida es un tipo de infierno llamado Tierra y que, tras ella, nos espera un mundo mejor, un lugar donde seremos felices por siempre. Sin embargo, no hay pruebas científicas de ello. En ausencia de certezas, solo nos queda apostar por la fe, por la espiritualidad o por la simple decisión de encontrar significado en el presente.
Mientras descubrimos lo que sucede después, es claro que esta vida es lo único que conocemos y que luchar contra lo que vivimos solo nos aleja del presente. El aquí y el ahora son lo único sobre lo que realmente tenemos control. Manejar el presente con consciencia, con intención y con gratitud nos permite construir un mañana más pleno. Cada acción que tomamos hoy nos acerca a lo que seremos en el futuro. ¿Te asusta o te emociona?
La vida en sí misma trae retos, pero también lo hacen quienes nos rodean. Las personas pueden ser fuentes de luz o tormentos que nos vacían el alma. A veces, sin darnos cuenta, nosotros mismos podemos convertirnos en aquellos que apagan la luz de otros. Es importante tener presente que menospreciar, criticar sin fundamento o juzgar con ligereza no nos hace más fuertes ni más inteligentes, sino todo lo contrario: solo refleja nuestros propios miedos e inseguridades. Puede que quienes comparten esa ignorancia rían contigo, pero aquellos con verdadero conocimiento simplemente te mirarán con lástima.
Aún no acabamos de vivir. Mientras sigamos aquí, la bondad, la empatía y el respeto deben ser nuestras guías. Seamos amables con nosotros mismos y con los demás. Cada persona tiene su propio proceso y su propio tiempo para aprender, para sanar y para cambiar. No es nuestra misión forzar a nadie a crecer. La verdadera sabiduría radica en acompañar sin imponer y en comprender que cada uno avanza a su propio ritmo.
Si hay algo que podemos hacer, es enfocarnos en vivir con sentido y en hacer de esta vida, con todas sus imperfecciones, un lugar un poco mejor. Tu que harías diferente hoy? Unete a nuestra comunidad de mujeres @empoderadashoy
One Response
Me encanta la forma tan libre que usas al expresarte.